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Abstract(s)
En este trabajo se analiza la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias desde 1590
hasta 1605, esto es, desde el año en el que la Corona inició las negociaciones con el
Consulado de la Universidad de los Mercaderes para tratar de “fundar” dicha armada,
hasta el año que estuvo comandada por Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, a cuya
formación hemos dedicado buena parte de la tesis. Además, hemos examinado las
armadas que se aprestaron entre 1521 y 1590, pues existen precedentes historiográficos
de que el citado convoy se creó en alguno de los años que comprende dicho periodo.
El 1 de diciembre de 1591, el presidente y los jueces oficiales de la Casa de la
Contratación —en nombre del rey y por su mandato— y el prior y los cónsules del
Consulado de la Universidad de los Mercaderes firmaron en Sevilla el primer asiento para
la “fundación” de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. Entre ambas partes
establecieron que serían necesarios 200.000 ducados para la construcción y el apresto de
los galeones que la integrarían: la mitad los daría prestados la Real Hacienda y la otra
mitad se obtendría de la avería, que era, a grandes rasgos, el derecho que se cobraba sobre
el valor de los géneros que se embarcaban para América y por las mercancías y los metales
preciosos que desde allí llegaban a las costas gaditanas, que se empleaba para el apresto
y el mantenimiento de las armadas que protegían los navíos mercantes o transportaban el
tesoro indiano.
A principios de 1593, la citada escuadra contaba con la tripulación y los galeones
que disponía el referido asiento, aunque su primera misión no fue la que aparece reflejada
en el mismo, esto es, escoltar las Flotas de Tierra Firme y Nueva España durante sus
periplos trasatlánticos, sino la de dirigirse a la isla Tercera para recoger el oro y la plata
que allí había dejado la armada de Luis Alfonso Flores por temor a un posible ataque. Un año después, la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias navegó en dirección al Nuevo
Mundo, y a pesar de que en esa ocasión no llegó hasta Cartagena, que era el primer puerto
americano en el que por orden del monarca debía detenerse, en viajes posteriores siempre
lo hizo. Así pues, la armada partía desde Sanlúcar de Barrameda o Cádiz para dirigirse a
Cartagena, y posteriormente navegaba hasta Portobelo para recoger el oro y la plata que
había llegado hasta allí procedente del reino de Quito y del virreinato peruano
respectivamente. Una vez embarcados los metales preciosos, la armada ponía rumbo
nuevamente hacía Cartagena, en cuyo puerto los galeones eran reparados para afrontar el
viaje con mayores garantías y se fletaban el oro, las esmeraldas, otras piedras preciosas
que se obtenían en el Nuevo Reino de Granada y algunos productos necesarios para la
travesía de vuelta.
Durante el periodo que ha sido objeto de análisis de la organización de la Armada
de la Guarda de la Carrera de Indias (1593-1605), los encargados del apresto y despacho
de la misma fueron los oficiales de la avería (un veedor, un contador, un pagador, un
proveedor, un tenedor de bastimentos y un escribano mayor) junto con un juez
comisionado por el monarca para dicho efecto. De todos ellos, el veedor, el contador, el
pagador y el escribano mayor se embarcaban en los galeones de la armada, para dar cuenta
y razón a las personas encargadas de la administración y recaudo de la avería de todos los
gastos que se hicieran durante el viaje, aunque en 1604 y 1605 entregaron las cuentas al
portugués Juan Núñez Correa, que fue un hombre de negocios que durante esos dos años
y los ocho primeros meses de 1606 se encargó de la administración de la avería y del
apresto de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, entre otras cuestiones.
En efecto, el 26 de septiembre de 1603, el monarca y Juan Núñez Correa firmaron
un asiento por el cual este último se convirtió en el administrador de la avería mediante
el pago de una renta anual de 590.000 ducados durante diez años, que comenzarían a
contarse desde el 1 de enero de 1604. Este último, además, quedó obligado a armar y
despachar, a su costa, los galeones que integrarían la Armada de la Guarda de la Carrera
de Indias, aparejar las capitanas y almirantas de las Flotas de Tierra Firme y Nueva
España, las naos que se dirigían a Honduras, los barcos luengos que acompañaban a los
referidos convoyes y correr con los gastos de los bastimentos, pertrechos y sueldos de la
tripulación. A cambio, Núñez Correa recibiría cada año 450.000 ducados de la avería, siempre y cuando cumpliese con lo anterior. De ese modo, el hombre de negocios
portugués solo tendría que pagar 140.000 ducados cada año, aunque podría quedarse con
el dinero que entrase en las arcas de la avería una vez pagada la renta anual de 590.000
ducados.
Por otro lado, según se recoge en el capítulo veintidós del citado asiento de 1603,
Juan Núñez Correa debería entregar diez galeones nuevos a la Corona a principios de
1605, para añadirlos a la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. No obstante, este
solo construyó siete y todos fueron incorporados a la Armada del Mar Océano. Por ello,
la primera de las armadas referidas estuvo integrada ese año por los galeones que habían
regresado a la metrópoli a finales de 1604, algunos de los cuales estaban muy viejos para
regresar nuevamente al Caribe, pues llevaban navegando casi de forma ininterrumpida
desde 1596. Desde mediados de enero hasta principios de abril de 1605, los galeones
fueron carenados en el paraje de Horcadas, en donde se embarcaron algunos pertrechos,
bastimentos y tripulantes. Posteriormente, los galeones bajaban por el Guadalquivir hasta
llegar al puerto de Sanlúcar de Barrameda, en donde se fletó la artillería, el resto de los
bastimentos y pertrechos necesarios para el viaje y la tripulación. Ese año, la Armada de
la Guarda de la Carrera de Indias estaba integrada por ocho galeones y dos pataches, en
los que se embarcaron más de dos mil personas. Antes de que dicha formación se hiciera
a la vela desde el citado puerto gaditano, su general, Luis Fernández de Córdoba y
Sotomayor, comunicó al monarca que después de ese viaje abandonaría el puesto, tanto
por sus problemas de salud como por la mala gestión en la que había derivado el asiento
que la Corona firmó con Núñez Correa en 1603. Efectivamente, así fue, aunque no por
las razones que le había expuesto, sino porque el galeón en el que iba embarcado, el San
Roque, zozobró en aguas del Caribe cuando regresaban a la metrópoli.
El 8 de junio de 1605, la armada levó anclas de Sanlúcar de Barrameda. Un mes
después, la formación llegó a Guadalupe, en donde hizo aguada y se lastraron algunos
galeones. El general solo se detuvo allí dos días, y dos días después se enfrentaría a una
escuadra holandesa integrada por seis urcas, que regresaban a su tierra tras haber estado
unos días en Araya cargando sal. Durante la refriega, el galeón San Francisco se fue a
pique, al igual que dos de las urcas, pero el resultado del combate fue negativo para los intereses españoles, pues quedó demostrado que una armada de ocho galeones no pudo
derrotar a un convoy que estaba integrado por buques pesados y sin apenas artillería.
Tras el combate, la armada puso rumbo nuevamente a Cartagena, a excepción de
uno de los galeones y un patache, que, por orden del monarca, debían dirigirse a la isla
Margarita para recoger las perlas que allí se obtenían. Llegados a Cartagena, los galeones
fueron reparados para poder navegar hasta Portobelo, en donde embarcaron el oro y la
plata que había llegado hasta allí procedente del reino de Quito y del virreinato peruano
respectivamente. El 22 de octubre de 1605 la armada regresó a Cartagena. Allí, los
galeones eran carenados para realizar la travesía de vuelta y se embarcaban algunos
bastimentos, pertrechos y el oro y las esmeraldas que se obtenían en el Nuevo Reino de
Granada.
El 1 de noviembre de 1605, Día de Todos los Santos, la Armada de la Guarda puso
rumbo a La Habana, que era el único lugar en el que la citada formación se detenía
obligatoriamente antes de cruzar el Atlántico, pues en el referido puerto cubano se
fletaban los bastimentos necesarios para poder completar el viaje hasta la metrópoli, se
reparaba el galeón o los galeones que tuviesen algún fallo técnico y, normalmente, se
cargaba la plata, grana y añil que llegaba hasta allí procedente del virreinato novohispano.
Al parecer, la navegación se procedió con normalidad durante algunos días, sin embargo,
la noche del 6 de noviembre una fuerte tormenta desbarató por completo la formación
comandada por Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor. Así, de los siete galeones que
regresaban a la metrópoli —sin contar la nao de Martín Sáez de Ubago que se añadió a
su conserva—, cuatro galeones se fueron a pique en aguas del Caribe (San Roque, Santo
Domingo, Nuestra Señora de Begoña y San Ambrosio). Los tres galeones que se
mantuvieron a flote arribaron a puertos diferentes: los galeones San Gregorio y San
Martín consiguieron llegar a Jamaica junto con la nao San Pedro, y el galeón San
Cristóbal regresó a Cartagena.
Durante años, la Corona buscó sin éxito los cuatro galeones que se perdieron tras
la tormenta. Existen numerosas hipótesis sobre el lugar en el que reposan, pero todavía
no podemos confirmar si estas son ciertas o no.
In this research work we analyze the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias from 1590 to 1605, this is, from the year in which the Crown began negotiations with the Consulado de la Universidad de los Mercaderes to try to “found” such navy, until the year it was commanded by Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, to whose navy we have dedicated most of the thesis. In addition, we have examined the navies that were prepared between 1521 and 1590, as there are historiographic precedents that the aforementioned navy was created in any of the years that comprise the period. On 1 December 1591, the president and the official judges of the Casa de la Contratación —in the name of the king and by his mandate— and the prior and the consuls of the Consulado de la Universidad de los Mercaderes signed in Seville the first contract for the “foundation” of the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. For the construction and preparation of the galleons that would integrate the navy, 200,000 ducats would be necessary: half would be provided by the Royal Treasury and the other half would be obtained from the “avería”, which was, in broad strokes, the right that was charged on the value of the goods that were shipped to America and for the goods and precious metals that from there reached the Cadiz coast, which used for the preparation and maintenance of the navies that protected merchant ships or transported the Indian treasure. At the beginning of 1593, this formation already had the crew and galleons that the contract stated. Its first mission was not the one that is reflected in this document — which was to navigate to the New World to escort the Flota de Tierra Firme from there to the metropolis— but to go to the Tercera island to collect the gold and silver that the navy of Luis Alfonso Flores had left there for fear of a possible attack. A year later, the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias sailed in the direction of the New World, and although on that occasion it did not reach Cartagena, it was the first American port in which, by order of the monarch, it had to stop —as it did on subsequent trips. Thus, the navy departed from Sanlucar de Barrameda or Cádiz to go to Cartagena, and then sailed to Portobelo to collect the gold and silver that had arrived there from the Kingdom of Quito and the Viceroyalty of Peru respectively. Once the precious metals were shipped, the navy headed again towards Cartagena, in whose port the galleons were repaired to face the trip with greater guarantees and the gold, the emeralds, and other precious stones that were obtained in the New Kingdom of Granada were chartered as well as some products necessary for the return journey. During the period that has been the subject of analysis of the organization of the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias (1593-1605), those responsible for the preparation and dispatch of the Armada were the officers of the Navy (a seer, an accountant, a payer, a supplier, a holder of provisions and a senior clerk) along with a judge commissioned by the monarch for that purpose. Of all of them, the seer, the accountant, the payer and the senior clerk embarked on the army galleons to give an account to the people in charge of the administration and collection of the “avería” of all the expenses that were made during the trip — which roughly was the proportional part that was charged for the goods that were shipped to America and for the merchandise and precious metals that arrived in Cádiz. In 1604 and 1605 the accounts were handed over to the Portuguese Juan Núñez Correa, who was a businessman who during those two years and the first eight months of 1606 was responsible for the administration of the “avería” and the preparation of the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, among other issues. Indeed, on 26 September 1603, Philip III and the Portuguese Juan Núñez Correa signed a contract whereby the latter became the administrator of the “avería” by paying an annual rent of 590,000 ducats during ten years, that would begin to be counted from the beginning of January 1604. In addition, he was forced to assemble and dispatch, at his expense, the galleons that would integrate the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, prepare the two main ships of the Tierra Firme and Nueva España Fleets, the ships that were heading to Honduras, the ships that accompanied the aforementioned convoys and bear the cost of the provisions, the equipment and the salaries of the crew. In exchange for that, Núñez Correa would receive 450,000 ducats of the “avería” every year, as long as he complied with the conditions mentioned above. That way, the Portuguese businessman would only have to pay 140,000 ducats every year, although he could keep the money that went into the coffers of the “avería” once the annual rent of 590,000 ducats was paid. On the other hand, as is stated in chapter twenty-two of the 1603 contract, Núñez Correa should deliver ten new galleons to the Crown at the beginning of 1605, to add them to the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. However, he only built seven and all of them were incorporated into the Armada del Mar Océano. For that reason, the first one of these navies was integrated that year by the galleons that had returned to the metropolis at the end of 1604, some of which were too old to return to the Caribbean again, since they had been sailing almost continuously since 1596. From January to the beginning of April 1605 the galleons were repair in Horcadas, where some equipments, provisions and crew were shipped. Subsequently, the galleons went down the Guadalquivir until they reached Sanlúcar de Barrameda, in whose port the artillery, the rest of the provisions and equipments necessary for the trip and the crew were chartered. That year, the Armada de la Guarda was made up of eight galleons and two pataches, in which more than two thousand people embarked. Before the navy started its navigation from the port of Cádiz, its general, Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, informed the monarch that after that trip he would leave the post of general, both for his health problems and for the bad management in which he had derived the contract that the Crown had signed with Núñez Correa in 1603. Indeed, that was the case, although not for the reasons he had exposed, but because the galleon in which he was shipped, the San Roque, wrecked in the Caribbean when they returned to the metropolis. On 8 June 1605, the navy raised anchors from Sanlucar de Barrameda. A month later, the formation arrived in Guadalupe, where they obtained water and the galleons were ballasted. The general only stopped there for two days, and two days later he would face a Dutch army composed of six urcas, who returned to their land after having spent a few days in Araya loading up salt. During the fray, the galleon San Francisco went down, as two of the urcas did, but the result of the fight was negative for Spanish interests. It was shown that an army of eight galleons could not defeat a convoy that was composed of heavy ships and hardly any artillery. After the fight, the navy headed back to Cartagena, with the exception of one of the galleons and a patache that, by order of the monarch, had to go to Margarita island to collect the pearls obtained there. Once they arrived in Cartagena, the galleons were repaired to navigate to Portobelo, where they shipped the gold and silver that had arrived there from the Kingdom of Quito and the Viceroyalty of Peru respectively. On 22 October 1605 the navy returned to Cartagena. There, the galleons were repair to make the journey back, some equipments, provisions and the gold and emeralds that were obtained in the New Kingdom of Granada were shipped. On 1 November 1605, All Saints’ Day, the Armada de la Guarda set sail to Havana, which was the only place in which the formation had to stop mandatorily before crossing the Atlantic, because in this Cuban port the galleon or the galleons that had some technical fault were repaired, necessary provisions were shipped to be able to complete the trip to the metropolis, and also, normally, the silver, grana and indigo that arrived until there coming from the Viceroyalty of New Spain. Apparently, the navigation proceeded normally for five days, however, the night of November 6 a strong storm completely disrupted the formation commanded by Luis Fernández de Córdoba and Sotomayor. Thus, of the seven galleons that returned to the metropolis —not counting the nao of Martín Sáez de Ubago that was added in the army before leaving— four galleons shipwrecked in the Caribbean (San Roque, Santo Domingo, Nuestra Señora de Begoña y San Ambrosio). The three galleons that remained afloat arrived at different ports: the San Gregorio and San Martín galleons managed to reach Jamaica along with the San Pedro nao, and the San Cristóbal galleon returned to Cartagena. For years, the Crown looked for the four galleons that were lost after the storm unsuccessfully. There are numerous hypotheses about where they rest, but we still cannot confirm whether they are true or not.
No presente trabalho analisamos a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, de 1590 até 1605, ou seja, desde o ano em que a Coroa iniciou as negociações com o Consulado de la Universidad de los Mercaderes, com vista à “fundação” da referida força naval, até ao ano em que foi comandada por Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, cuja armada dedicámos boa parte da presente tese. No entanto, procedemos ao estudo das armadas que se aprestaram entre 1521 e 1590, uma vez que existem precedentes historiográficos de que a referida armada foi criada num dos anos que compreende este período. Em 1 de dezembro de 1591, o presidente e juízes oficiais da Casa de la Contratación —em nome do rei e por seu mando— e o prior e cônsules do Consulado de la Universidad de los Mercaderes, assinaram em Sevilha o primeiro acordo para a “fundação” da Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. Foi estabelecido entre ambas as partes que seriam necessários 200.000 ducados para a construção e apresto dos galeões que a integrariam: a metade por empréstimo da Fazenda Real e a outra metade obter-se-ia através da avería, que era, em termos gerais, o direito cobrado sobre o valor das mercadorias embarcadas para a América e para as mercadorias e metais preciosos que daí chegavam às costas gaditanas, que foi usado para a preparação e manutenção das armadas que protegiam navios mercantes ou transportavam o tesouro indiano. No início de 1593, a citada formação contava com a tripulação e galeões estabelecidos pelo referido acordo, ainda que a sua primeira missão não tenha sido a que aparece refletida no mesmo, isto é, navegar até ao Novo Mundo para escoltar a Flota de Tierra Firme até à metrópole, mas dirigir-se à ilha Terceira para recolher o ouro e a prata que alí havia deixado a armada de Luis Alfonso Flores por receio de um possível ataque. Um ano depois, a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias navegou em direção ao Novo Mundo. Apesar de nesse ano não ter chegado até Cartagena, que era o primeiro porto americano em que, por ordem do monarca, devia deter-se, fê-lo sempre nas viagens seguintes. Deste modo, a armada partia de Sanlúcar de Barrameda ou Cádiz, dirigindo-se para Cartagena, navegando depois para Portobelo para recolher o ouro e prata que ali havia chegado proveniente do reino de Quito e do Vice-reinado Peruano respetivamente. Uma vez embarcados os metais preciosos, a armada rumaria novamente a Cartagena, em cujo porto os galeões eram reparados para enfrentar a viagem com mais garantias, carregando-se ainda o ouro, as esmeraldas e outras pedras preciosas obtidas no Novo Reino de Granada, assim como alguns produtos necessários para a travessia de regresso. Durante o período que foi objeto de análise da organização da Armada de la Guarda de la Carrera de Indias (1593-1605), os encarregados pelo apresto e despacho da mesma foram os oficiais da avería (um vedor, um contador, um pagador, um provedor, um despenseiro e um escrivão-mór) junto com um juiz nomeado pelo monarca para o dito efeito. De todos estes, o vedor, o contador, o pagador e o escrivão-mór embarcavam nos galeões da armada, para dar conta e justificação às pessoas encarregadas da administração e cobrança da avería de todos os gastos realizados durante a viagem, ainda que em 1604 e 1605, entregaram as contas ao português João Nunes Correia, empresário que durante esses dois anos e nos primeiros oito meses de 1606 foi responsável pela administração da avería e pela apresto da Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, entre outras questões. Com efeito, em 26 de setembro de 1603, o monarca e o português João Nunes Correia assinaram um contrato no qual este último se converteu no administrador da avería mediante o pagamento de uma renda anual de 590.000 ducados durante dez anos, contados a partir de 1 de janeiro de 1604. Para além disso, Nunes Correia ficou obrigado a armar e despachar, a expensas próprias, a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, aparelhar e despachar, as naus capitânias e almirantes das Flotas de Tierra Firme y Nueva España, as naus com destino às Honduras, os navios que acompanhavam as referidas armadas e suportar os gastos com o apresto dos galeões, mantimentos, apetrechos e soldos da tripulação. Em troca receberia 450.000 ducados da avería, sempre e quando executase tudo do anteriormente acordado. Dessa forma, o empresário português só teria que pagar 140.000 ducados a cada ano, embora ele poderia ficar com o dinheiro que fosse depositado nos cofres da avería depois que pagasse a renda anual de 590.000 ducados. Por outro lado, de acordo com o capítulo vinte e dois do referido acordo de 1603, o homem de negócios português deveria disponibilizar à Coroa dez galeões novos no início de 1605, para que servissem na Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. No entanto, este só construiu sete, sendo todos destinados à Armada del Mar Océano. Assim, a primeira das armadas mencionada foi constituída nesse ano pelos galeões que haviam regressado à metrópole no final de 1604, alguns dos quais estavam demasiado velhos para voltar para o Caribe, pois haviam navegado, de forma quase ininterrupta desde 1596. Assim, desde meados de janeiro até princípios de abril de 1605, os galeões foram carenados no fundeadouro de Horcadas, onde se embarcaram alguns apetrechos, mantimentos e tripulantes. Posteriormente, os galeões desciam o Guadalquivir até chegarem a Sanlúcar de Barrameda, em cujo porto foram embarcadas a artilharia, o resto dos mantimentos, apetrechos e tripulação necessários para a viagem. Nesse ano, a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias era composta por oito galeões e dois patachos, nos quais se embarcaram mais de duas mil pessoas. Antes que a dita frota se fizesse à vela deste o referido porto gaditano, o general da mesma, Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, comunicou ao monarca que depois dessa viagem abandonaria o posto de general, tanto pelos seus problemas de saúde como pela má gestão resultante do contrato entre a Coroa e Nunes Correia em 1603. Com efeito, assim foi, ainda que não pelas razões que havia exposto, mas porque o galeão em que ele embarcou, o San Roque, mergulhou nas águas do Caribe quando retornaram à metrópole. Em 8 de junho de 1605, a armada içou âncoras de Sanlúcar de Barrameda. Um mês depois chegou a Guadalupe, onde fez aguada e lastrou alguns galeões. O general apenas se deteve dois dias nesta primeira escala, e dois dias depois enfrentaria uma armada holandesa composta por seis urcas, que regressavam ao seu porto de origem após terem estado uns dias em Araya carregando sal. Durante a refrega, o galeão San Francisco foi posto a pique, assim como duas das urcas. Mas o resultado do combate acabou por ser negativo para os interesses espanhóis, pois ficou demonstrado que uma armada de oito galeões não conseguiu derrotar uma formação composta por navios pesados e quase nenhuma artilharia. Após o combate, a armada navegou em direção a Cartagena, à exceção de um dos galeões e um patacho, que por ordem do monarca deviam dirigir-se à ilha Margarita, onde se obtiam pérolas. Chegados a Cartagena, os galeões foram reparados, dirigindo-se depois a Portobelo, onde embarcaram o ouro e a prata que haviam chegado até ali provenientes do reino de Quito e do vice-reino peruano, respetivamente. Em 22 de outubro de 1605 retornou a Cartagena. Ali, os galeões foram carenados para realizar a travessia de volta, embarcaram-se alguns mantimentos e apetrechos, assim como o ouro e as esmeraldas que se obtinham no Novo Reino de Granada. Em 1 de novembro de 1605, dia de Todos os Santos, a Armada de la Guarda rumou a La Havana, que era o único lugar em que se deteria obrigatoriamente antes de cruzar o Atlântico, uma vez que no referido porto cubano se adquiriam os mantimentos necessários para se poder completar a viagem até à metrópole, reparava-se o galeão ou os galeões que assim o necessitassem e, normalmente, se carregava a prata, grana e o anil que ali chegavam provenientes do vice-reino da Nova Espanha. Aparentemente, a navegação decorreu com normalidade durante cinco dias. No entanto, a noite de 6 de novembro, uma forte tormenta desbaratou por completo a formação comandada por Luís de Córdoba. Assim, dos sete galeões que regressavam à metrópole —sem contar com a nau de Martín Sáez de Ubago que a eles se juntou— quatro galeões (San Roque, Santo Domingo, Nuestra Señora de Begoña e San Ambrosio) foram a pique nas águas do Caribe. Os três galeões que se mantiveram a flutuar arribaram a portos diferentes: os galeões San Gregorio e San Martín conseguiram chegar à Jamaica, assim como a nau San Pedro, enquanto que o galeão San Cristóbal regressou a Cartagena. Durante anos, a Coroa procurou, sem sucesso, os quatro galeões que se perderam após a tormenta. Existem inúmeras hipóteses sobre o lugar onde repousam. Contudo, não podemos confirmar se estão certas ou não.
In this research work we analyze the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias from 1590 to 1605, this is, from the year in which the Crown began negotiations with the Consulado de la Universidad de los Mercaderes to try to “found” such navy, until the year it was commanded by Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, to whose navy we have dedicated most of the thesis. In addition, we have examined the navies that were prepared between 1521 and 1590, as there are historiographic precedents that the aforementioned navy was created in any of the years that comprise the period. On 1 December 1591, the president and the official judges of the Casa de la Contratación —in the name of the king and by his mandate— and the prior and the consuls of the Consulado de la Universidad de los Mercaderes signed in Seville the first contract for the “foundation” of the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. For the construction and preparation of the galleons that would integrate the navy, 200,000 ducats would be necessary: half would be provided by the Royal Treasury and the other half would be obtained from the “avería”, which was, in broad strokes, the right that was charged on the value of the goods that were shipped to America and for the goods and precious metals that from there reached the Cadiz coast, which used for the preparation and maintenance of the navies that protected merchant ships or transported the Indian treasure. At the beginning of 1593, this formation already had the crew and galleons that the contract stated. Its first mission was not the one that is reflected in this document — which was to navigate to the New World to escort the Flota de Tierra Firme from there to the metropolis— but to go to the Tercera island to collect the gold and silver that the navy of Luis Alfonso Flores had left there for fear of a possible attack. A year later, the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias sailed in the direction of the New World, and although on that occasion it did not reach Cartagena, it was the first American port in which, by order of the monarch, it had to stop —as it did on subsequent trips. Thus, the navy departed from Sanlucar de Barrameda or Cádiz to go to Cartagena, and then sailed to Portobelo to collect the gold and silver that had arrived there from the Kingdom of Quito and the Viceroyalty of Peru respectively. Once the precious metals were shipped, the navy headed again towards Cartagena, in whose port the galleons were repaired to face the trip with greater guarantees and the gold, the emeralds, and other precious stones that were obtained in the New Kingdom of Granada were chartered as well as some products necessary for the return journey. During the period that has been the subject of analysis of the organization of the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias (1593-1605), those responsible for the preparation and dispatch of the Armada were the officers of the Navy (a seer, an accountant, a payer, a supplier, a holder of provisions and a senior clerk) along with a judge commissioned by the monarch for that purpose. Of all of them, the seer, the accountant, the payer and the senior clerk embarked on the army galleons to give an account to the people in charge of the administration and collection of the “avería” of all the expenses that were made during the trip — which roughly was the proportional part that was charged for the goods that were shipped to America and for the merchandise and precious metals that arrived in Cádiz. In 1604 and 1605 the accounts were handed over to the Portuguese Juan Núñez Correa, who was a businessman who during those two years and the first eight months of 1606 was responsible for the administration of the “avería” and the preparation of the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, among other issues. Indeed, on 26 September 1603, Philip III and the Portuguese Juan Núñez Correa signed a contract whereby the latter became the administrator of the “avería” by paying an annual rent of 590,000 ducats during ten years, that would begin to be counted from the beginning of January 1604. In addition, he was forced to assemble and dispatch, at his expense, the galleons that would integrate the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, prepare the two main ships of the Tierra Firme and Nueva España Fleets, the ships that were heading to Honduras, the ships that accompanied the aforementioned convoys and bear the cost of the provisions, the equipment and the salaries of the crew. In exchange for that, Núñez Correa would receive 450,000 ducats of the “avería” every year, as long as he complied with the conditions mentioned above. That way, the Portuguese businessman would only have to pay 140,000 ducats every year, although he could keep the money that went into the coffers of the “avería” once the annual rent of 590,000 ducats was paid. On the other hand, as is stated in chapter twenty-two of the 1603 contract, Núñez Correa should deliver ten new galleons to the Crown at the beginning of 1605, to add them to the Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. However, he only built seven and all of them were incorporated into the Armada del Mar Océano. For that reason, the first one of these navies was integrated that year by the galleons that had returned to the metropolis at the end of 1604, some of which were too old to return to the Caribbean again, since they had been sailing almost continuously since 1596. From January to the beginning of April 1605 the galleons were repair in Horcadas, where some equipments, provisions and crew were shipped. Subsequently, the galleons went down the Guadalquivir until they reached Sanlúcar de Barrameda, in whose port the artillery, the rest of the provisions and equipments necessary for the trip and the crew were chartered. That year, the Armada de la Guarda was made up of eight galleons and two pataches, in which more than two thousand people embarked. Before the navy started its navigation from the port of Cádiz, its general, Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, informed the monarch that after that trip he would leave the post of general, both for his health problems and for the bad management in which he had derived the contract that the Crown had signed with Núñez Correa in 1603. Indeed, that was the case, although not for the reasons he had exposed, but because the galleon in which he was shipped, the San Roque, wrecked in the Caribbean when they returned to the metropolis. On 8 June 1605, the navy raised anchors from Sanlucar de Barrameda. A month later, the formation arrived in Guadalupe, where they obtained water and the galleons were ballasted. The general only stopped there for two days, and two days later he would face a Dutch army composed of six urcas, who returned to their land after having spent a few days in Araya loading up salt. During the fray, the galleon San Francisco went down, as two of the urcas did, but the result of the fight was negative for Spanish interests. It was shown that an army of eight galleons could not defeat a convoy that was composed of heavy ships and hardly any artillery. After the fight, the navy headed back to Cartagena, with the exception of one of the galleons and a patache that, by order of the monarch, had to go to Margarita island to collect the pearls obtained there. Once they arrived in Cartagena, the galleons were repaired to navigate to Portobelo, where they shipped the gold and silver that had arrived there from the Kingdom of Quito and the Viceroyalty of Peru respectively. On 22 October 1605 the navy returned to Cartagena. There, the galleons were repair to make the journey back, some equipments, provisions and the gold and emeralds that were obtained in the New Kingdom of Granada were shipped. On 1 November 1605, All Saints’ Day, the Armada de la Guarda set sail to Havana, which was the only place in which the formation had to stop mandatorily before crossing the Atlantic, because in this Cuban port the galleon or the galleons that had some technical fault were repaired, necessary provisions were shipped to be able to complete the trip to the metropolis, and also, normally, the silver, grana and indigo that arrived until there coming from the Viceroyalty of New Spain. Apparently, the navigation proceeded normally for five days, however, the night of November 6 a strong storm completely disrupted the formation commanded by Luis Fernández de Córdoba and Sotomayor. Thus, of the seven galleons that returned to the metropolis —not counting the nao of Martín Sáez de Ubago that was added in the army before leaving— four galleons shipwrecked in the Caribbean (San Roque, Santo Domingo, Nuestra Señora de Begoña y San Ambrosio). The three galleons that remained afloat arrived at different ports: the San Gregorio and San Martín galleons managed to reach Jamaica along with the San Pedro nao, and the San Cristóbal galleon returned to Cartagena. For years, the Crown looked for the four galleons that were lost after the storm unsuccessfully. There are numerous hypotheses about where they rest, but we still cannot confirm whether they are true or not.
No presente trabalho analisamos a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, de 1590 até 1605, ou seja, desde o ano em que a Coroa iniciou as negociações com o Consulado de la Universidad de los Mercaderes, com vista à “fundação” da referida força naval, até ao ano em que foi comandada por Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, cuja armada dedicámos boa parte da presente tese. No entanto, procedemos ao estudo das armadas que se aprestaram entre 1521 e 1590, uma vez que existem precedentes historiográficos de que a referida armada foi criada num dos anos que compreende este período. Em 1 de dezembro de 1591, o presidente e juízes oficiais da Casa de la Contratación —em nome do rei e por seu mando— e o prior e cônsules do Consulado de la Universidad de los Mercaderes, assinaram em Sevilha o primeiro acordo para a “fundação” da Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. Foi estabelecido entre ambas as partes que seriam necessários 200.000 ducados para a construção e apresto dos galeões que a integrariam: a metade por empréstimo da Fazenda Real e a outra metade obter-se-ia através da avería, que era, em termos gerais, o direito cobrado sobre o valor das mercadorias embarcadas para a América e para as mercadorias e metais preciosos que daí chegavam às costas gaditanas, que foi usado para a preparação e manutenção das armadas que protegiam navios mercantes ou transportavam o tesouro indiano. No início de 1593, a citada formação contava com a tripulação e galeões estabelecidos pelo referido acordo, ainda que a sua primeira missão não tenha sido a que aparece refletida no mesmo, isto é, navegar até ao Novo Mundo para escoltar a Flota de Tierra Firme até à metrópole, mas dirigir-se à ilha Terceira para recolher o ouro e a prata que alí havia deixado a armada de Luis Alfonso Flores por receio de um possível ataque. Um ano depois, a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias navegou em direção ao Novo Mundo. Apesar de nesse ano não ter chegado até Cartagena, que era o primeiro porto americano em que, por ordem do monarca, devia deter-se, fê-lo sempre nas viagens seguintes. Deste modo, a armada partia de Sanlúcar de Barrameda ou Cádiz, dirigindo-se para Cartagena, navegando depois para Portobelo para recolher o ouro e prata que ali havia chegado proveniente do reino de Quito e do Vice-reinado Peruano respetivamente. Uma vez embarcados os metais preciosos, a armada rumaria novamente a Cartagena, em cujo porto os galeões eram reparados para enfrentar a viagem com mais garantias, carregando-se ainda o ouro, as esmeraldas e outras pedras preciosas obtidas no Novo Reino de Granada, assim como alguns produtos necessários para a travessia de regresso. Durante o período que foi objeto de análise da organização da Armada de la Guarda de la Carrera de Indias (1593-1605), os encarregados pelo apresto e despacho da mesma foram os oficiais da avería (um vedor, um contador, um pagador, um provedor, um despenseiro e um escrivão-mór) junto com um juiz nomeado pelo monarca para o dito efeito. De todos estes, o vedor, o contador, o pagador e o escrivão-mór embarcavam nos galeões da armada, para dar conta e justificação às pessoas encarregadas da administração e cobrança da avería de todos os gastos realizados durante a viagem, ainda que em 1604 e 1605, entregaram as contas ao português João Nunes Correia, empresário que durante esses dois anos e nos primeiros oito meses de 1606 foi responsável pela administração da avería e pela apresto da Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, entre outras questões. Com efeito, em 26 de setembro de 1603, o monarca e o português João Nunes Correia assinaram um contrato no qual este último se converteu no administrador da avería mediante o pagamento de uma renda anual de 590.000 ducados durante dez anos, contados a partir de 1 de janeiro de 1604. Para além disso, Nunes Correia ficou obrigado a armar e despachar, a expensas próprias, a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, aparelhar e despachar, as naus capitânias e almirantes das Flotas de Tierra Firme y Nueva España, as naus com destino às Honduras, os navios que acompanhavam as referidas armadas e suportar os gastos com o apresto dos galeões, mantimentos, apetrechos e soldos da tripulação. Em troca receberia 450.000 ducados da avería, sempre e quando executase tudo do anteriormente acordado. Dessa forma, o empresário português só teria que pagar 140.000 ducados a cada ano, embora ele poderia ficar com o dinheiro que fosse depositado nos cofres da avería depois que pagasse a renda anual de 590.000 ducados. Por outro lado, de acordo com o capítulo vinte e dois do referido acordo de 1603, o homem de negócios português deveria disponibilizar à Coroa dez galeões novos no início de 1605, para que servissem na Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. No entanto, este só construiu sete, sendo todos destinados à Armada del Mar Océano. Assim, a primeira das armadas mencionada foi constituída nesse ano pelos galeões que haviam regressado à metrópole no final de 1604, alguns dos quais estavam demasiado velhos para voltar para o Caribe, pois haviam navegado, de forma quase ininterrupta desde 1596. Assim, desde meados de janeiro até princípios de abril de 1605, os galeões foram carenados no fundeadouro de Horcadas, onde se embarcaram alguns apetrechos, mantimentos e tripulantes. Posteriormente, os galeões desciam o Guadalquivir até chegarem a Sanlúcar de Barrameda, em cujo porto foram embarcadas a artilharia, o resto dos mantimentos, apetrechos e tripulação necessários para a viagem. Nesse ano, a Armada de la Guarda de la Carrera de Indias era composta por oito galeões e dois patachos, nos quais se embarcaram mais de duas mil pessoas. Antes que a dita frota se fizesse à vela deste o referido porto gaditano, o general da mesma, Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor, comunicou ao monarca que depois dessa viagem abandonaria o posto de general, tanto pelos seus problemas de saúde como pela má gestão resultante do contrato entre a Coroa e Nunes Correia em 1603. Com efeito, assim foi, ainda que não pelas razões que havia exposto, mas porque o galeão em que ele embarcou, o San Roque, mergulhou nas águas do Caribe quando retornaram à metrópole. Em 8 de junho de 1605, a armada içou âncoras de Sanlúcar de Barrameda. Um mês depois chegou a Guadalupe, onde fez aguada e lastrou alguns galeões. O general apenas se deteve dois dias nesta primeira escala, e dois dias depois enfrentaria uma armada holandesa composta por seis urcas, que regressavam ao seu porto de origem após terem estado uns dias em Araya carregando sal. Durante a refrega, o galeão San Francisco foi posto a pique, assim como duas das urcas. Mas o resultado do combate acabou por ser negativo para os interesses espanhóis, pois ficou demonstrado que uma armada de oito galeões não conseguiu derrotar uma formação composta por navios pesados e quase nenhuma artilharia. Após o combate, a armada navegou em direção a Cartagena, à exceção de um dos galeões e um patacho, que por ordem do monarca deviam dirigir-se à ilha Margarita, onde se obtiam pérolas. Chegados a Cartagena, os galeões foram reparados, dirigindo-se depois a Portobelo, onde embarcaram o ouro e a prata que haviam chegado até ali provenientes do reino de Quito e do vice-reino peruano, respetivamente. Em 22 de outubro de 1605 retornou a Cartagena. Ali, os galeões foram carenados para realizar a travessia de volta, embarcaram-se alguns mantimentos e apetrechos, assim como o ouro e as esmeraldas que se obtinham no Novo Reino de Granada. Em 1 de novembro de 1605, dia de Todos os Santos, a Armada de la Guarda rumou a La Havana, que era o único lugar em que se deteria obrigatoriamente antes de cruzar o Atlântico, uma vez que no referido porto cubano se adquiriam os mantimentos necessários para se poder completar a viagem até à metrópole, reparava-se o galeão ou os galeões que assim o necessitassem e, normalmente, se carregava a prata, grana e o anil que ali chegavam provenientes do vice-reino da Nova Espanha. Aparentemente, a navegação decorreu com normalidade durante cinco dias. No entanto, a noite de 6 de novembro, uma forte tormenta desbaratou por completo a formação comandada por Luís de Córdoba. Assim, dos sete galeões que regressavam à metrópole —sem contar com a nau de Martín Sáez de Ubago que a eles se juntou— quatro galeões (San Roque, Santo Domingo, Nuestra Señora de Begoña e San Ambrosio) foram a pique nas águas do Caribe. Os três galeões que se mantiveram a flutuar arribaram a portos diferentes: os galeões San Gregorio e San Martín conseguiram chegar à Jamaica, assim como a nau San Pedro, enquanto que o galeão San Cristóbal regressou a Cartagena. Durante anos, a Coroa procurou, sem sucesso, os quatro galeões que se perderam após a tormenta. Existem inúmeras hipóteses sobre o lugar onde repousam. Contudo, não podemos confirmar se estão certas ou não.